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Día 14 de Abril de 2025, Roterdam.

Objetivo: Como fotógrafo de eventos, en este caso deportivos, me encargaron hacer un reportaje fotográfico y de video para un atleta profesional patrocinado por una marca deportiva.

Cobertura: Salida del hotel, calentamiento previo a la salida, salida, Km 15, Km20, Km30, meta y posterior a la llegada.

Desafío extremadamente complicado por la separación de los puntos a cubrir, la ciudad cortada al tráfico y el escaso margen de tiempo entre puntos, cualquier error habría sido fatal e irreparable.

Con un plan milimétrico y bien estudiado decidimos las rutas entre localizaciones y el tiempo que teníamos hasta que llegase la corredora para llegar, mirar el sitio más llamativo y situarnos para hacer el reportaje. Todo salió como planeamos excepto el momento de llegada a meta…

Contratamos a un conductor experimentado y familiarizado con la ciudad que nos llevó zona por zona con quirúrgica precisión, sin derramar lo más preciado que teníamos en ese momento, el tiempo. Así fuimos fotografiando y grabando a nuestro atleta, con el estrés y la tensión que requería el momento, plenamente concentrados en nuestro trabajo de reporteros.

Así llegamos al punto final, nuestro driver encontró una ruta por callejuelas para llegar sobrados de tiempo a la linea de meta, allí todo eran conjeturas, no pudimos acreditarnos como prensa y nos habían dado unos pases de atleta, con los que ni dudamos en entrar a la zona acordonada para reporteros. Allí saltamos una última valla para incorporarnos a la tarima de fotógrafos, sin ninguna objeción de la organización, tan absorta en sus tareas que no les daba tiempo a procesar más información.

Y allí estábamos Antonio y yo, después de una semana planeando todo, de forma mágica, sin pase de prensa, habíamos llegado a la fase final, los atletas comenzarían a llegar en unos minutos. Y cuando comenzaron a llegar, comencé a entender lo que es una maratón…

Geoffrey Kamworor ganó, marcando un 2:04:34 y le dieron las fuerzas para celebrarlo y correr hacia el público para que toda la grada siguiera ovacionándolo. La emoción era inmensa, toda la grada le aplaudía pero no todos llegaron de la misma forma que el keniata…

Los siguientes en llegar estaban exhaustos, muchos se desplomaban al cruzar la meta, los asistentes tenían que sujetarles para que no cayeran fulminados. Algunos se derrumbaban y caían al suelo sin poder levantarse, otros simplemente se sentaban o se dejaban agarrar por uno o dos asistentes. Las imágenes eran dramáticas. Yo, que nunca había fotografiado un maratón, no me esperaba esto, entendí la épica de haber corrido más de 42km al máximo que daban sus cuerpos, el esfuerzo sobrehumano que esto conlleva y qué tan al límite estaban sus cuerpos y mentes al cruzar la meta y poder rendirse al fin.

No pude evitar que se me saltaran las lágrimas en varias ocasiones, fotografiando sin parar, con los ojos humedecidos, ahora sí oía mi corazón latir fuertemente, como si yo fuese uno de ellos. No dejaban de llegar y mi plan se había venido abajo, no contaba con esto.

Nuestra corredora llegó en sexta posición, destrozada. Se tumbó en el suelo y no podía moverse, estaba lesionada y sentía fuertes nauseas. No podía parar de tomar fotos en todas direcciones y por mucha empatía que sintiese mi labor solo era reportar lo que allí estaba pasando. Voluntarios, enfermeros y médicos se encargarían de cuidar de los atletas y de “mi” corredora. Yo solo podía fotografiar y no podía parar de lagrimar, era incontrolable. Me encontraba completamente emocionado al ver la grandeza de estas personas, la hazaña que habían realizado al límite de sus capacidades. Nuestra corredora pasó por enfermería y nosotros la perdimos definitivamente. Aun así nos quedamos un rato más tomando fotos alrededor, como privilegiados que éramos teníamos que aprovechar tal increíble momento que es ver el maratón en el punto de llegada junto a los atletas.

Estos momentos los recordaré por el resto de mi vida. Doy gracias al universo por ser fotógrafo.